En pocos días, la Feria de Abril de Sevilla comenzará a recibir a miles
de visitantes que aterrizarán en mi ciudad esperando degustar tanto su ambiente
como su gastronomía. A los sevillanos nos toca de nuevo ser anfitriones de una
fiesta que hace tiempo que traspasó nuestras fronteras, y que debemos mostrar tal y como es, o mejor dicho, tal y como fue. La Feria de Sevilla ha
cambiado mucho en los últimos años, tanto que, a veces parece que ha perdido el
verdadero duende que ha impregnado durante siglo y medio sus calles maestrantes. No quiero dar lecciones a nadie, la Feria
acepta cualquier forma de expresión que acuda a sus calles alfombradas de
albero. Pero a mi me enseñaron ciertas cosas que la tradición, la sevillanía,
los cuadros de Gonzalo Bilbao y Bacarisas, inventor de la pañoleta, defienden
como el saber estar en la Feria de Abril de Sevilla.
Para empezar, la mujer debe venir a la Feria con un traje de
gitana o de flamenca, que no de faralaes. Los hombres de corto sólo cuando
vayan a caballo. Para pasear del brazo de una gitana, bien vestido, pero nada
de corbatas, aunque cada vez se ven más por el Real, las corbatas son para el
Jueves Santo. En la Feria, camisa clara abierta, chaqueta, y si se quiere
preservar algo la voz del relente de la noche, que no madrugá, -pues nadie ha
visto aún al Gran Poder pasando por Joselito el Gallo-, un pañuelo al cuello que
junto a la manzanilla te caliente la garganta.
A la Feria hay que venir andando, y cruzar el río
Guadalquivir por uno de sus puentes mirando a tu gitana y cantándole al oído
cada año eso de: "Cuando paso por el puente Triana, contigo vida
mia". Ella te mirará, sonreirá, y te dirá: "otra vez, mi arma... To los años iguá". Llegamos a
la Feria entrando por la portada, sorteando a todo el que ha quedado allí con
alguien, sobre todo para hacer algo tan de feria como las botellonas. -¿Pero no
hay sitios pa quedar en la Feria? po to er mundo en la Portada.
Paseo por el Real. Andamos por el albero pasando de caseta
en caseta con el sonido de las sevillanas deshaciéndose a cada paso que damos,
renovándose por otros sones nuevos que la próxima caseta nos ofrece.
Sevillanas, rumbas... y nada más. Si acaso algo de flamenco improvisado que se
cuela entre las cuerdas de una guitarra para enternecer los sentimientos que
surgen siempre al amparo de la noche. Nada de tambores rocieros que tan bonitos quedan bajo los pinos en la marisma. Nada de Paquito el chocolatero, ni Corazón
Partío por rumbas con alguien aporreando un cajón. No soporto las casetas que
contratan a grupos que mejor les valdría haberse quedado amenizando los
cruceros por el mediterráneo de un grupo gallego o catalán, que viaja gracias al
imserso. Con lo bonito que queda un grupo de sevillanas guitarra en ristre y
pandereta. Así he vivido yo la Feria muchos años, tocando la guitarra para que
mi mujer cantara con esa voz que incita más a la escucha que al baile.
Ya estamos en la caseta. -Niña, que quieres tomar? Una media
de manzanilla pa los dos... Y de comer? a ver que hay: Solomillo a la pimienta,
lomo a la castellana, huevos estrellados, bacalao dorado, revuelto campero,
churrasco al mojo picón... pero donde me has traído? a una caseta de Feria o a
los Hermanos Gómez? Yo lo que quiero es tortillita, pimientos fritos, filetitos, con ese pan que se te pega al paladar, jamoncito, adobao, unas gambitas, unas
olivas, ese quesito viejo... lo único que me faltaba por ver, y que lo vi el
año pasado, es una caseta que tenía entre sus platos el kebab de ternera y
pollo con especias al estilo Indio, toma ya... Y qué decir del pescaito, eso sí
que ha sido toda una evolución. Hace no tantos años, cuando la caseta quedaba
terminada con sus lonas, sus farolillos, sus mantones colgados, su tablao en el
centro... Los dueños de la caseta invitaban a los trabajadores a un papelón de
pescaito. Hoy, el pescaito se lo comen los dueños, mientras los trabajadores
cobran y se van a otra caseta donde trabajan de guardia jurado. ¡La cosa está
muy mala!
Después de comer, la parienta que te dice: Vamos a bailar, y
tu: Bueno venga... Te acercas al que vende los tickets que también es el que
pone los discos, y le dices que si puede poner sevillanas, y te comenta que las
ha quitado porque la gente dice que molesta y que no se puede hablar... ¡Hay
gente que viene a la Feria a hablar! Como diría Rafael el Gallo, "hay gente pa
tó"... Nos vamos al tablao apartando a cincuenta niños que se creen que están en
la rampa del Salvador... ¿Pero estos niños no tienen padres? Cuando empezamos a
bailar, te estremece la carita de esos niños mirándote y queriendo copiar tus
pasos y los movimientos de tus manos. Así aprendí yo, pero con mi madre, que
estaba a mi lado imprimiendo en mis recuerdos cada gota de su historia que
apasionaba mi infancia. No en conversaciones de tele5 y gran hermano, que están
haciendo que nos preocupe más la vida de otros que la nuestra. ¡Echarle cuenta a
los niños, enseñarles cada cosa que vuestros padres os enseñaron, mostrarle
cada rincón de Sevilla y de la Feria, que sus ojos vean a través de los
vuestros la Sevilla que estamos a punto de perder!
Desde muy pequeño, me
llevaron a pasear por aquella Feria del Prao. Mis primeros recuerdos nacen bajo
las lonas de la Caseta de la Peña Sevillista de la Puerta Carmona, donde mi abuelo
acudía temprano para reservar las mesas que más tarde, acogerían a todos los
miembros de mi familia. Comenzaba entonces un ir y venir de comidas elaboradas
esa misma mañana, y que mi madre y mi abuela sacaban sin cesar de sus bolsas,
mientras mi padre traía los refrescos para los niños junto a su copita de fino.
El
olor del albero mojado sobre las maderas del tablao, el sabor de las lechugas
con vinagre y sal que vendían en las aceras, el sonido de aquellos discos de
Los Hermanos Reyes que aprendimos de memoria, la visión del alumbrao iluminando
de colores las casetas, y el tacto del algodón dulce que te dejaba los dedos
pringosos… Todo esto me fue guiando por las cosas de Sevilla y su primavera,
alentado en muchas de ellas por alguien, que a veces sin saberlo, me educaba en
el amor a Sevilla y a las cosas que sólo los sevillanos podemos percibir.
"MI FERIA EMPIEZA
EN EL PRAO
ANTES DEL AÑO CUMPLÍO,
Y VESTÍO DE FLAMENCO
EN UN CARRITO DE NIÑO,
UNA MUJER DE GITANA
CANTÁNDOME SEVILLANAS
PA VÉ SI ME QUEO
DORMÍO.
ALGUNOS AÑOS MÁS TARDE,
ESA MUJER ME ENSEÑABA
CON SUS MANOS EN EL
AIRE
MIENTRAS SU CUERPO
BAILABA,
AUNQUE YO NO LO SABÍA,
A ESTRENAR SEVILLANÍA
BAILANDO POR
SEVILLANAS.
Y ASÍ PASARON LOS AÑOS,
LA FERIA SE FUE A
TRIANA,
CON UNA BOLSA DE
CUADROS
DONDE ESA MUJER
LLEVABA,
LAS TORTILLAS, ADOBAOS
Y FILETES EMPANAOS,
TO FRIO, MÁS GÜENO
ESTABA.
Y LA CALLE DEL
INFIERNO...
VENGA AGÜELO, ESE
DURITO,
QUE YA ESTAMOS DESEANDO
MONTARNOS EN LOS
CACHARRITOS,
Y ESA MUJER PREGONABA
QUE EN LA TÓMBOLA
TOCABA
SI NO LA PELOTA, EL
PITO.
Y CON MÁS DE OCHENTA AÑOS
SIGUE VINIENDO A LA
FERIA,
Y SE VISTE DE GITANA,
Y PASEA POR LAS CASETAS
DEL BRAZO DE SU MARÍO,
UN MANTÓN POR SI HACE
FRÍO,
Y UN CLAVEL EN LA
PEINETA.
NO PUEDE HABER
SEVILLANA
CON MÁS ARTE CUANDO
BAILE,
NI UNA MUJER DE
FLAMENCA
QUE LUZCA MEJOR EL
TRAJE,
YO VUELVO A SER UN
CHIQUILLO,
CON CIELO DE FAROLILLOS
CUANDO SE VISTE MI
MADRE."
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